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fotografía de Rafael Luque Rojo.

sobre santa eulalia

SOBRE SANTA EULALIA.

Nuestra Eulalia.

"Santa Eulalia... quizá no se ha visto en la Iglesia cosa que muestre más visiblemente el poder de la gracia, ni quizá cosa que de más honor a la religión".

Jean Croisset

"Eulalia de Mérida es la más graciosa de todas nuestras vírgenes mártires... Su sangre es la más tierna, la más roja y la más fúlgida".

Luís Riber.

"Difícilmente se encontrará figura que más repercusión haya tenido en la historia de Oviedo, e incluso del Principado, durante siglos de la que le cupo a la niña mártir santa Eulalia de Mérida, cuyas reliquias, según tradición escrita que se remonta a primera mitad del siglo XII, vinieron a Asturias en tiempos del Rey Silo (774-783), para acabar recalando en Oviedo, traídas aquí desde Pravia por el rey Alfonso II el Casto(791-842).Se podría decir, sin exagerar, que desde principios del siglo XVII hasta finalizar el siglo XIX ella fue el alma de todas la vida de la ciudad, tanto religiosa como social, por las implicaciones que su devoción y culto llevaba consigo en todos los órdenes".

Enrique López Fernández.

Historia de la asociación de la virgen y mártir santa Eulalia de Mérida

HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN.

La Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia fue fundada, como Cofradía, hacia 1268 por el Maestre de la Orden de Santiago de la Espada D. Pelayo Pérez Correa con el fin de reedificar el templo emeritense dedicado a su mártir y destruido durante la dominación musulmana; no obstante a esta Cofradía pertenecieron todos los súbditos no emeritenses de la Orden ubicados en sus territorios de la antigua Provincia de León situada en la actual Extremadura y que contribuyeron económicamente a la reedificación de la Iglesia.

En 1647 recibió la aprobación Pontificia de S.S. Clemente X y a finales del siglo XVIII también la Real de Carlos IV al cumplir las disposiciones de la Ley 6º, Título 2º, Libro 1º de la Novísima Recopilación.

No obstante el Ayuntamiento emeritense desde finales del siglo XVI le confirió cobertura legal bajo su Patronazgo al ser una institución abierta a todos los emeritenses sin distinción de sexo, profesión o clase social.

En el siglo XIX usó la denominación de "Hermandad" que es equivalente a la de "Cofradía".

Y a finales de este siglo, el día 6 de diciembre 1868, esta antigua Cofradía o Hermandad se constituía como Sociedad o Asociación con el fin de dar culto religioso a la mártir en las calles de Mérida, hecho que había sido prohibido a la Iglesia.

A principios del siglo XX, en 1908, el Obispado de Badajoz le reconoció la nueva titulación.

Actualmente en consonancia con el mensaje evangélico y las disposiciones de su Junta Rectora y del Arzobispado su acción va más allá del culto a Santa Eulalia participando activamente en obras culturales de índole religiosa y de solidaridad.

Dirección de su Página Web: http://www.santaeulaliademerida.es/

Otro Blog de la Asociación:

http://santaeulaliademeridaodebarcelona.blogspot.com/

Letra del HIMNO Gloria y Honor oficial en Totana y en Mérida.

Gloria, honor a la Mártir de Cristo

que en la arena luchando valiente,

esmaltó con su sangre inocente

de pureza el virgíneo cendal:

Y hoy ostenta vibrante la palma

que en el cielo su triunfo pregona,

mientras Cristo su frente corona

con la gloria del lauro inmortal.

Portada e índice de la revista “Eulalia” nº 15, año 2010.


Niñas que realizaron la primera ofrenda floral y poética moderna a Santa Eulalia.

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miércoles, 21 de diciembre de 2011

CUADERNILLOS MÍNIMOS EULALIENSES.
Antonio Mateos Martín de Rodrigo
Los primeros cristianos romanos, como en otras tantas actividades, comenzaron haciendo uso del mismo ceremonial externo de sus compatriotas idolátricos; por ello celebraban el mismo banquete ritual sobre las tumbas en ocasión del aniversario de la muerte del difunto: en ambos casos la familia se reunía alrededor de la tumba y también al difunto se le hacía partícipe del banquete a través de una apertura realizada en la superficie de la lápida sepulcral o mensa.

Incluso ambos, generalmente, participaban del mismo lugar de enterramiento: las vías de acceso a las ciudades.

Pero a partir de los inicios del siglo III comienza un período de progresiva distinción también externa, especialmente cuando se trata de los considerados mártires; entonces el ágape ya no es una reunión familiar sino un hecho comunitario y convocado por el obispo -esta convocatoria oficial era el reconocimiento oficial de la canonización del mártir tal como se entiende actualmente celebrándose con elementos portátiles como la cátedra episcopal o el altar que era un triclinium o mesa de las usadas para comer-.

El culto a los mártires comenzó en el Norte de África, la zona occidental del Imperio a la que llegó en primer lugar la predicación evangélica: además le llegó directamente desde Palestina; también sería la primera Iglesia en utilizar el latín como lengua eclesiástica.

Los primeros mártires en ser tratados como tales fueron Felicidad, Perpetua y sus compañeros martirizados en Cartago en el año 203.

Y hasta el siglo V sobre las tumbas de los mártires, siempre situadas en áreas idolátricas o cementerios propios, se celebrará el ágape funerario al que se añade la celebración de la Eucaristía como forma distintiva -se entendía que el mártir imitaba a Cristo y su martirio era la prolongación o actualización del martirio del Maestro; también porque se creía que los mártires se encontraban situados en el altar celestial de Dios (Apoc. 6, 9)-.

Evidentemente el ágape funerario cristiano trascendía en las formas internas al idolátrico y celebraba el “refrigerium” o banquete celestial del que ya formaba, “de forma incontrovertible” el mártir -por el mero hecho de serlo tras su muerte se consideraba inmediata “su llegada al cielo” -.

Al parecer el siguiente testimonio occidental fuera de África se documenta en Hispania a través de la Pasión de San Fructuoso, Obispo de Tarragona, martirizado durante la persecución de Valeriano, años 257-258.

Y no es casualidad: Hispania fue tierra evangelizada por los cristianos del Norte de África, como también la Galia, en época de San Cipriano de Cartago.

La ciudad de Roma cristiana siguió también los pasos de la África romana y hacia la mitad del siglo III comenzó a conmemorar a sus ya numerosos mártires -por el contrario los mártires romanos auténticos fuera de la Ciudad Eterna son muy escasos y en la Galia no se documenta ninguno-.

A PARTIR DEL SIGLO IV.

Ahora bien tras la Paz de la Iglesia comienzan a construirse basílicas sobre las tumbas de los mártires en sus cementerios o, como en el caso de Santa Eulalia, en su nuevo enterramiento ya no clandestino -yo lo sitúo en el algibe del Decumanus Máximus frontero a la Puerta de la Villa o de santa Olalla-.

Es de suponer que el lugar erigido para construir el martyrium, ecclesia o basílica, también memoria de santa Eulalia, fue el lugar no en el que murió de forma salvaje, el foro, sino en el que ya muerta fue arrojada para ser consumida por las aves y las fieras salvajes -era esta una novedoso tormento post-mortem de la justicia romana no contemplada en sus leyes ancestrales tal como la aplicación de antorchas encendidas a su cuerpo, tormento de origen germánico-.

No sabemos si la celebración eucarística del natalicio o díes natalis de los Mártires iba acompañado por un sermón tal como en la época de San Agustín; pero sí sabemos que, siguiendo la costumbre impuesta por el Papa Dámaso se cantaban los himnos que se le componían al respecto; los de Santa Eulalia están recogidos en el Antifonario de León.

Tras la celebración eucarística los cristianos celebraban con grandes fiestas profanas la muerte del mártir, incluido el banquete funerario.


En la ciudad de Mérida a 10 de diciembre de2011.



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